Escritor: Francisco Ordóñez, el Paladín de la Pluma
Opinión, Honduras.- A buena mañana, como cada semana, me dirigí a la iglesia de mi barrio, donde se congregan numerosos feligreses en busca de esperanza y guía espiritual. Al entrar, no pude evitar notar las quejas recurrentes del cura párroco sobre la vieja planta de energía. Esa reliquia de tiempos pasados, que ahora sólo le traía problemas, hacía que sus palabras se entrecortaran y los feligreses lucharan por captar el mensaje espiritual.
El sacerdote, con resignación y algo de indignación, culpaba a la tenebrosa empresa de energía eléctrica, símbolo de la ineficiencia y el abuso. Recordó con amargura el único domingo en que la energía no falló: la celebración de los quince años de la hija de un prominente político del partido Libre, la izquierda radical en el poder. Ese día, la luz fue constante, brillante, casi como un testimonio del poder y la manipulación.
El cura se lamentaba del abuso de poder y la manipulación descarada, que mostraban cómo los privilegios se distribuían según conveniencia, dejando al pueblo en la oscuridad literal y metafórica. Reflexionó sobre la importancia de la libertad y la solidaridad, recordando a la congregación la lucha del pueblo venezolano, donde quienes claman por libertad están siendo violentamente reprimidos, dejando un rastro de muertos, heridos, lisiados y golpeados.
Sentí en mi corazón la amarga realidad de un país donde la justicia se apagaba y encendía al antojo de unos pocos. En medio de los rezos y reflexiones, capturé la esencia de esta lucha diaria, evocando en mis escritos la necesidad urgente de un cambio, de una luz verdadera que ilumine el camino hacia una Honduras justa y equitativa. Porque solo a través de la unión y la solidaridad, podremos enfrentar estas injusticias y construir un futuro mejor para todos.