Tegucigalpa, Honduras.- El arzobispo de Tegucigalpa, José Vicente Nächer llamó a ser justos, misericordiosos y bondadosos en la Homilía dominical, celebrada en la Catedral San Miguel Arcángel de Tegucigalpa.
Es así que la dirigió a aquellos obreros que habían esperado casi toda la jornada en la plaza. Seguramente ya habían perdido la esperanza de ganar ese día lo mínimo necesario para su subsistencia.
“Nos viene a la mente tantas personas en nuestra Patria y en muchas partes que viven al día y que muchas veces quedan olvidadas en la plaza del descarte, sin que nadie les pregunte_ ¿qué esperan?, ¿qué necesitan?, y menos, ¿quiénes son ustedes?” apuntó este domingo.
El arzobispo Nácher dijo que hay personas sin esperanza, que sufren con resignación la humillación de saberse no necesarios, olvidados.
En tal sentido, expresó que “a ellos llega el Señor, llega en la parábola del Señor de la Viña que sale a todas las horas del día en busca de los olvidados”.
El jerarca católico en Honduras dijo que “la economía moderna está retomando eso, el análisis científico dice que el buen trato al recurso humano mejora los resultados de la empresa, la entidad”.
La Iglesia no se cansa de recordar la irrenunciable dignidad del trabajo humano y que cada trabajador o trabajadores es un fin sí mismo y no, un medio de enriquecimiento ajeno, dijo en la Homilía.
Nácher tomó como referencia una parábola que contiene tanto las profundas aspiraciones humanas a un trabajo digno, así como el sano realismo sobre los conflictos más frecuentes en el ambiente de trabajo que no están exentos de abusos y envidias.
“En esta parábola Jesús supera la lógica humana, interpretan equivocadamente como una injusticia, pero su justicia es: el que más puede sea primero, el más capaz, gane más”, expresó al mismo tiempo que enfatizó “que triste es cuando olvidamos a nuestros semejantes simplemente porque son más pobres que nosotros”.
Justicia y misericordia no es una opción distinta subrayó Nácher, sino que van unidas por lo que concluyó diciendo que Dios nos ama, nos perdona y nos espera.
“En quiénes se saben amados y llamados desde primera hora no cabe ni la envidia ni el olvido, sino la alegría y el honor de colaborar con el Señor”, describió.